En el texto de Echevarria se puede leer “Hay que distinguir entre novedades, cambio e innovación” y es que muchas de las transformaciones tecnológicas que estamos viviendo no son más que novedades que no implican un cambio real ni una innovación respecto a lo anterior. Que aparezca una red social nueva que todo el mundo use es una novedad, pero no es innovador. Cuando una red social como facebook comenzó a usar Inteligencia Artificial para aprender de todos los datos, gustos, preferencias de sus usuarios y poder así vender los datos a grandes empresas de marketing para meter publicidad específica, eso sí fue una innovación que ha cambiado nuestra relación con las redes y nos hace sentirnos vulnerables.
El concepto de progreso implica una forma de pensar en la que vamos hacia algún sitio. Como si la sociedad tuviera una flecha marcando un destino siempre hacia arriba, siempre hacia mejor en la búsqueda de la mejora de la condición humana.
Es un concepto que aparece como fundamental para la superación de la ideología feudal medieval y que indicaba el avance hacia la ilustración y la iluminación de la cultura pero que no deja de ser un discurso construido desde una época hacía la anterior. Si lo que estamos viviendo en este momento con las transformaciones tecnológicas es un progreso hacia algo solo podrá ser analizado por las generaciones futuras y desde su punto de vista.
Mientras tanto sí que podemos hablar de cambios, muchos cambios. El día a día de una persona que desarrolla un trabajo en los 50 no tenía nada que ver con quien lo desarrollaba en los 70 y quien lo hizo en los 90. Hoy miramos hacia los años 2000 y casi nos sorprendemos de cómo se podía hacer un trabajo sin un móvil de última generación en la mano, acceso a internet en todas partes o tal o cual máquina que hoy nos parece imprescindible.
Las empresas que más dinero ganan hoy en día están basadas en el eCommerce, la IA y el acceso casi universal de algunos países a internet, un modelo que no habría podido funcionar hace apenas 25 años.
Sin embargo, el sistema como tal no ha cambiado demasiado aunque lo hagan sus formas. Es la viva expresión del capitalismo y la cultura.
Posiblemente el progreso real sea hacer un uso racional de las grandes transformaciones tecnológicas. No usar las nuevas aplicaciones porque todo el mundo las usa y porque a las grandes fortunas del mundo les interesan sino profundizar en la búsqueda de una tecnología que realmente nos haga avanzar hacia la mejora de la condición humana de forma real. Las nuevas tecnologías facilitan el trabajo, ahorran tiempo, nos hacen más competitivos y rápidos… pero a costa de un estrés desmedido, de un estilo de vida que nos altera el sueño y el metabolismo.
El día que busquemos en las nuevas tecnologías tener una mejor calidad de vida y no ser más productivos, posiblemente si estemos “avanzando” y en el camino del progreso. Pero nuevamente se tratará de algo que deban evaluar las generaciones futuras.
Echeverría, Javier (2018) El arte de innovar. Madrid: Plaza y Valdés. “Prólogo”, págs..: 13-22.
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