El 22 de julio de 1972, Francisco José Presedo Velo y su equipo descubren en el Cerro del Santuario (Baza, Granada), un enterramiento de época íbera (siglo IV a.C.). En su interior una escultura femenina labrada en piedra caliza y policromada por los bastetanos. Una figura de casi 1000 kg sentada sobre un trono con brazos y alas alabeadas como prolongación del respaldo y que además mantenía íntegra su policromía. Según palabras del propio Presedo “La tumba es de un guerrero, por el testimonio de las armas; la estatua que sirve de urna es femenina, una divinidad protectora del difunto más allá de la muerte”. La fosa es una cámara de 2,6 metros de lado y 1,8 metros de profundidad excavada en el terreno, con las esquinas redondeadas. 4 ánforas de cerámica, platos a torno, cuatro urnas y varias decenas de armas, placas de hierro, empuñaduras, puntas, anillas, etc. Sin duda la tumba de un gran guerrero. Desde finales de 1880 los arqueólogos veían en otra tumba, la del Guerrero B...