El concepto tradicional o clásico de cultura científica entiende la ciencia como un corpus de conocimientos específicos. Parte de la base de que el público debería “pensar y razonar” de forma similar a como lo haría el personal científico y se interpretan las diferencias de conocimiento y pensamiento del público respecto al experto como ignorancia que debe ser solucionada. Es por tanto un modelo lineal que opone los “especialistas” frente a un público “lego”.
Sin embargo si medimos así la cultura científica podría darle la paradoja de que un científicos no tenga una buena cultura científica en muchas áreas del conocimiento.
Este modelo considera que la mera presencia en los medios de la ciencia ya suple parte el problema. Ofrecer grandes cantidades de conocimiento por todas las vías posibles sin que esto implique la participación activa de la población general.
Sin embargo existe un modelo diferente a este clásico. Un modelo que podríamos definir como bidireccional, en contraposición al tradicional, en el que el público tenga una postura crítica sobre la comprensión de la ciencia. Sería un modelo en el que para considerarse culto científicamente hablando, también habría que implicarse, involucrarse y participar en la ciencia y la tecnología. Se trata por tanto de un modelo que debería promover los valores de “desarrollo sostenible”, el bienestar y calidad de vida de la población, fortalecimiento de la cultura en general y aprovechamiento de la ciencia y tecnología en beneficio de la sociedad en su conjunto.
El desarrollo de este modelo implicaría la participación activa en la ciencia, formas prácticas de transmisión del conocimiento e incluso repetir experimentos.
Esta forma de ver la cultura científica no se centraría solo en el “qué” se cuenta sino también en aspectos éticos, económicos, culturales, sociológicos, jurídicos, históricos, etc.
La clara ventaja de esta forma de entender la cultura científica es que además de empoderar a la población y hacer que tome partido, medir su impacto directo a través de la participación es mucho más sencillo que medir un incremento de los conceptos que implica ser “científicamente culto”.
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