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Las bacterias que derribaron a Goliat

La enfermera, escritora y estadística Florence Nightingale sentó las bases de la enfermería profesional y durante la guerra de Crimea convenció al gobierno británico para que por primera vez un grupo de enfermeras fueran a atender a los militares directamente en el campo de batalla. No en vano Florence fue la inspiración de Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja y autor de las propuestas humanitarias adoptadas por la convención de Ginebra. 


Florence se dió cuenta en los hospitales de campaña que muchos soldados no morían por las balas y los traumas sino por infecciones subsiguientes seguramente causadas por la falta de higiene de los propios soldados y de las zonas donde se localizaban las camas. De modo que una de sus primeras acciones fue la de limpiar e higienizar los hospitales, camas y soldatos que en ellas se depositaban. A lo largo de esta guerra acumuló datos suficientes para convencer a todo el mundo de que en la guerra no se moría tanto por la propia guerra como por las infecciones y enfermedades. 


Esto que ahora nos parece bastante obvio hubo que demostrarlo y es que es posible que algunas de las grandes guerras y conquistadores perdieran, no frente a sus enemigos, sino abatidos por infecciones y enfermedades. Es el caso de Napoleón y su retirada de Moscú en 1812. En aquel momento murieron más soldados franceses por tifus que por sus enemigos rusos. 


Un grupo de investigadores de la U. de la Méditerranée en Marsella analizaron la pulpa de los dientes de más de 2.000 soldados que perdieron la vida durante esta campaña y estaban enterrados en fosas comunes y encontraron algunos tipos de tifus y fiebre de trinchera. Hasta un 29% de los soldados tenía evidencia de presentar Rickettsia prowazekii y Bartonella quintana. Del caso medio millón de soldados que fueron a esta campaña, apenas unos pocos miles volvieron o murieron meses después. Curiosamente Napoleón insistía en bañar y asear a los enfermos, pero claramente debió hacerlo también con los sanos. Quién sabe si a pesar del frío, el ejército de Napoleón no fue derrotado por los pequeños David que son las bacterias. 


El tifus exantemático epidémico es una forma de tifus causada por la bacteria Rickettsia prowazecki, transmitida por las heces del piojo de cuerpo humano Pediculus humanus corporis. El piojo defeca en nuestra piel y al rascarnos por la picadura, provocamos que entre en el cuerpo. Tras una o dos semanas de incubación los síntomas aparecen de forma brusca en forma de gripe al principio (fiebre, cefalea, escalofríos, artralgia y mialgia...) A los dos o tres días aparecen estupor y delirios y tras cuatro o siete días surge un exantema centrífugo que curiosamente no aparece en palmas de manos y pies, como dato característico. Sin tratamiento la mortalidad suele ser muy alta.

La Fiebre de las Trincheras es otra de las enfermedades infecciosas que afectó a más de un millón de soltados europeos durante la Primera Guerra Mundial. Es causada por Bartonella quintana, una proteobacteria transmitida también por los piojos humanos y que también entra en el cuerpo a través de heridas desde las heces de los piojos. Clásicamente ha sido descrita como una fiebre de cinco días de duración con recibida en picos muy altos. El periodo de incubación es también de unas dos semanas y los síntomas aparecen igualmente de forma brusca con fiebre alta, cefalea, dolor al movimiento ocular, mialgias en piernas y espalda e hiperestesias en la cara anterior de las piernas. El dolor de piernas es el síntomas que más comúnmente se describe.

Tanto la enfermera Nightingale como el militar Napoleón llegaron a la misma conclusión en tiempos de guerra, la importancia de la higiene tanto corporal como de los sitios donde se alojaban y cuidaban a los militares. No se necesita conocer cara a cara a los diminutos enemigos para poder prevenirlos, pero desde luego ayuda para contrarrestarlos de forma específica. 






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