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Las herramientas ya existen

Los antibióticos son sustancias químicas producidas por seres vivos o derivadas de estas de forma sintética, que hemos usado durante décadas para convivir en tensa calma con las infecciones de microorganismos. Sin embargo el uso continuado de la terapia antibiótica ha ejercido una presión selectiva a la que las bacterias han respondido con resistencias. En palabras del gran Ignacio López Goñi, la pandemia del siglo XXI. Urge buscar alternativas y la fagoterapia puede ser una de ellas. 

Los bacteriófagos son virus que infectan y parasitan a bacterias. Muchos de ellos tienen lo que se denomina un ciclo lítico, es decir, al dividirse y liberarse matan a la célula bacteriana hospedadora. La gracias de los fagos es que suelen infectar de forma específica a algunos géneros y especies de bacterias. ¿Podríamos usar esta capacidad y conocimiento para aprender a convivir contra bacterias multirresistentes a antibióticos? ¿es hora de cambiar de herramientas?

Los bacteriófagos se conocen desde hace algo más de 100 años y sus responsables fueron el médico inglés Frederick Williams Twort y el canadiense y controvertido Félix Hubert d´Herelle. Twort consiguió aislar el "factor lítico bacteriano" mientras trabajaba con cultivos de la cepa de virus de la vacuna contra la viruela, insistentemente contaminados con Staphylococcus spp. d´Herelle por su parte aisló y caracterizó un "microbio invisible antagónico del bacilo de la disentería" y enseguida pensó en el potencial comercial de este descubrimiento.

La eminente investigadora española Margarita Salas trabajó durante décadas con el Fago Φ29, que a la postre se convirtió en una mina de oro

Obviamente hay mucho que investigar antes de poder usarlos en personas y animales. Tengamos en cuenta que se trata de elementos activos y por tanto deben someterse a duros test que aseguren la inocuidad y los posibles efectos secundarios. Además hasta donde conocemos hoy en día, la tasa con la que un fago lisa a las bacterias es muy inferior a la capacidad de la mayoría de los antibióticos. Es decir, actúan muy lento. También debemos tener en cuenta que muchas bacterias son también resistentes a estos fagos y por tanto debemos capacitar a estos fagos para que desactiven estas resistencias. 

Pero no pensemos que se trata de investigaciones totalmente nuevas. Ya en los años 80 se realizaron algunos ensayos con fagoterapia en infecciones superficiales, cutáneas e intestinales y los resultados fueron muy prometedores con curación de hasta el 92%. 
Ensayos mucho más recientes han mostrado curación de infecciones por bacterias en sangre en pacientes oncológicos que no responden al tratamiento de antibióticos. 

La limitación ahora está en la regulación. A pesar de que ya existe evidencia suficiente para aplicar fagoterapia en casos concretos, la legislación va muy por detrás en lo que a formulación de fagos, virus o células madre se refiere. Eso hará que los posibles tratamientos aún tarde algunos años en llegar a según qué mercados. Y eso que en la industria alimentaria ya se usan y son considerados como generalmente seguros

Los fagos y sus derivados han surgido como opciones novedosas, viables y seguras para la prevención, el tratamiento y/o la erradicación de contaminantes en algunos alimentos y entornos de procesamiento de alimentos. Los fagos enteros, los fagos modificados y sus derivados se plantean con usos actuales y potencial futuro como antimicrobianos en el contexto tradicional de la granja a la mesa, abarcando áreas como la producción primaria, el procesamiento postcosecha, la desinfección y la biodetección.


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